martes, 14 de enero de 2020
Como comprenderán esta no puede ser una crítica al uso o convencional en el sentido más formalista, estricto del término. Es casi imposible. Necesariamente tiene que ser casi compendio y resumen de un largo camino recorrido en el tiempo y en el espacio. Y porque quien está firmando esta reseña es un “starwasiano” atípico y puede que no el más furibundo, ni mucho menos (prefiero antes otras sagas de diverso tipo, desde EL PADRINO hasta EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, cierto que no tan longevas o extendidas en el tiempo), pero sí irredento.
Inevitablemente tengo que remitirme al 25 de mayo de 1977. Un crío de 14 años casi llegado a Ciudad Real desde las lejanía de las profundas tierras gallegas, un mítico cine como el Castillo y una película que cambió muchas cosas, LA GUERRA DE LAS GALAXIAS o STAR WARS, a la que luego se le añadiría con el paso del tiempo y los capítulos el subtítulo de UNA NUEVA ESPERANZA.
Y efectivamente, premonitoriamente con carácter retroactivo una nueva esperanza se abrió para el cine y para la ciencia-ficción –en definitiva, no dejaba de ser puro cine de acción y aventuras convenientemente remozado- en general con esta incursión de naves milenarias y héroes de siempre reciclados para la ocasión. Había abierto camino a finales de los 60 la indiscutiblemente mítica –otra cuestión son las adhesiones que pueda generar, pero su importancia para el devenir del Séptimo Arte es indiscutible, aunque tan solo fuera por los revolucionarios efectos especiales de Douglas Trumbull, cuyo testigo cogería otro mago, John Dykstra- 2001, UNA ODISEA DEL ESPACIO.
Ahí tomé contacto con Luke Skywalker, la princesa Leia, Chewbacca, Darth Vader, R2-D2, C-3PO, Obi Wan Kenobi, los ewoks, el Halcón Milenario, la Estrella de la Muerte, la Alianza Rebelde… y tantos iconos y referentes de esta mítica saga estelar. Siete años antes había accedido a los misterios insondables del espacio gracias a una de las series de mi vida, tal vez la que más impacto me haya causado jamás, tanto por la edad en la que la descubrí como por su intrínseca calidad, STAR TREK, con el Capitán Spock y el Capitán Kirk encabezando la nave Enterprise y sus cuadernos de bitácora. La primera serie o película, lo mismo da pues todo viene a ser lo mismo (contar una historia en imágenes… y sonido/palabras) que adelantaba un concepto globalizador de la humanidad, pues en su tripulación se concitaban todo tipo de razas terrestres (y de otras constelaciones) y nacionalidades.
Los efectos de aquella primera aparición auspiciada por el genio de George Lucas se han prolongado hasta hoy en día y poco más puedo añadir a estas alturas. A aquella, siguieron otras dos continuaciones, ambas magníficas aunque tenga más prestigio la primera por aquello de ser menos meliflua o chocolatera, EL IMPERIO CONTRAATACA y EL RETORNO DEL JEDI.
Con el tiempo nos enteramos que era la trilogía de en medio de un ambicioso proyecto en 9 entregas. Años después vendrían las que compondrían el inicio de todo esto, títulos que con el tiempo han ido ganando bastante más en mi consideración que en el momento de su aparición… LA AMENAZA FANTASMA, EL ATAQUE DE LOS CLONES, y LA VENGANZA DE LOS SITH.
Y por fin llegaría el colofón iniciado con la estupenda EL DESPERTAR DE LA FUERZA, la no menos brillante LOS ÚLTIMOS JEDI y esta otra, tal vez la menos redonda, pero igualmente valiosa y notabilísima. Seguro que con la perspectiva que conceda el tiempo ganará en presencia, consistencia e importancia.
Ojito también a sus fenomenales spin-off, tanto ROGUE ONE como –sí, me reafirmo- como HAN SOLO.
EL ASCENSO DE SKYWALKER la veo una feliz noche de perros invernal en la que me encuentro francamente cansado y aun así la disfruto con el corazón del niño que nunca he dejado de ser. Esta desde luego supone la mejor prueba del algodón, verla con apenas tres horas dormidas el día anterior y disfrutarla a lo grande en gran medida.
Me da igual que a su talentoso director, el para mí siempre ponderable J. J. Abrams (qué chulísima es SÚPER-8, ejemplar homenaje al cine spielbergiano… ¿y qué me dicen de su televisiva LOST/PERDIDOS?, entre otros muchos “trabajitos”) le hayan achacado varios de mis colegas que no haya arriesgado y se ciña a lo seguro. Con qué facilidad se dicen o espetan estas cosas. Precisamente con este tipo de producciones espectaculares, además, que son sinceramente las que me parecen las más difíciles de ejecutar por toda la parafernalia y el tomate que se mueven alrededor.
No sé si la ha planteado con escuadra y cartabón, pero justo eso es lo que pedimos tantos de los seguidores de este franquiciado. Pero es que encima pienso que sí ha arriesgado. Sin ir más lejos, y aunque venga de guion (suyo también por cierto, y de Chris Terrio… basado en sucesivos personajes creados por George Lucas, Terrio, Colin Trevorrow –también ubicado en la saga jurásica- y Derek Connolly… es de justicia citarlos a todos) con el protagonismo concedido a una inicialmente –me refiero a su irrupción en EL DESPERTAR DE LA FUERZA- desconocida Daisy Reidly (Rey, la chatarrera), enérgica y contundente actriz, impagable sucesora de sus antecesores Jedi en su lucha, en este caso, contra ese Primer Orden hereditario del Imperio Galáctico. Adecuado exponente del empoderamiento que está impregnando a la sociedad y a las pantallas.
Muchas son las reflexiones, incluso políticas, que podrían deducirse de su entramado argumental, pero yo quiero quedarme en este caso con las puramente lúdico-festivas, con este reconstituyente pastiche fruto de ROBÍN DE LOS BOSQUES, de lo mejor del western y de tantos otros antecedentes genéricos aquí convenientemente centrifugados bajo unos parámetros clásicos.
Agradezco en este ¿postrer? episodio el mayor protagonismo del personaje de Oscar Isaac, la entrañable presencia del incombustible veterano Billy Dee Williams (como ese inolvidable Lando Calrissian), las casi fugaces apariciones de los hermanos Skywalker (la añorada Carrie Fisher y el Mark Hamill primigenios, evitaré dar algún otro nombre), la literal inmersión en la Estrella de la Muerte o esa parte final trufada de épica, incluso su lirismo y su mucha emoción. Las fanfarrias musicales de John Williams me ponen el nudo en la garganta. Incluso llego casi a sollozar porque ya no es solo la brillantez de lo narrado qué contemplo ante mis ojos sino la catarata de recuerdos que ello me conlleva.
Benditos seáis profesionales de la industria norteamericana. Que eternamente la Fuerza os acompañe. Al otro lado del espejo aquí nos encontramos numerosos caballeritos o damas Jedi prestos a seguiros cada vez que volváis a iniciar vuelo o ruta. Tan solo pido que no bajéis el listón con lo tanto regalado generosamente a lo largo de estas más de cuatro décadas (¡quién nos lo iba a decir… y aquí seguimos todavía para contarlo!). Y como decía hace escasas fechas la propia Ridley en una entrevista, “ninguna historia termina del todo”. No al menos mientras nuestra especie pulule por estos suelos terráqueos.
Larga vida a la galaxia.
Crítica del martes, 14 de enero de 2020
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